UNA COPA PARA CADA VINO
Así de sencillo y así de lógico, porque el hecho de elegir la copa adecuada para cada vino no es sólo cuestión de estética o protocolo, ya que son la herramienta que nos va a permitir apreciarlo con plenitud.
Con las copas de vino no sólo degustamos los caldos, sino que podemos observarlos con detalle y advertir sus aromas. Y para ello, no es necesario servirlo en la cristalería más cara. Lo interesante es que conozcan que existen principios básicos que se deben tener en cuenta para elegir la copa adecuada.
1.- Procuren las copas redondas, profundas y anchas en su cáliz, que tengan una boca estrecha. Estas copas son ideales para apreciar los aromas sin que estos se nos escapen y al tiempo, nos permiten agitar el líquido con mayor seguridad.
2.- Elija las de cristal o vidrio sencillo y transparente. Las copas con colores, biselados o tallados distorsionan la apariencia del vino, sobre todo de los blancos. Además, la primera fase de la cata se vería entorpecida con una copa que no permite apreciar bien el contenido a simple vista.
3.- Las copas para el vino tinto son generalmente más grandes que las de blanco, aunque hay tamaños más o menos estándar que se pueden usar para ambos tipos de vino, sobre todo si son jóvenes. Eso sí, cuando tenga dudas, evite las exageraciones, una copa demasiado grande puede resultar tan incómoda y poco funcional como una muy pequeña.
4.- Los vinos espumosos hay que servirlos en copas tipo flauta, las que son largas, delgadas y de diámetro estrecho para conservar mejor las burbujas y permitir apreciarlas óptimamente. Además, la copa flauta también contribuye a “atrapar” los aromas para poder disfrutarlos más tiempo, ya que en los espumosos los aromas son más volátiles.
5.- Para los vinos fortificados existen copas más pequeñas estándar. La típica copa de Jerez es ideal para los fortificados, ya que estos deben servirse en menor cantidad. Además permitirá mantener la temperatura correcta, que en este tipo de vinos ha de ser más baja.
Referencia: cocinayvino.com
